Entrevista a Amparo Vilches: «La alfabetización científica es un derecho»

Catedrática de Didáctica de Ciencias Experimentales y Sociales de la Universitat de València.

Amparo Vilches es licenciada en Química y doctora en Educación. Su trayectoria le otorga una amplia perspectiva del ámbito educativo desde una doble dimensión como catedrática de la especialidad de Física y Química en Enseñanza Secundaria, tarea que confiesa echar de menos. Nos recibe en su despacho con inquietud por resolver nuestros interrogantes y acaba el encuentro poniendo a prueba nuestra cultura científica. Conversamos con ella sobre sostenibilidad en el marco de la puesta en marcha de la agenda 2030 y los principales retos de la comunicación científica.

¿Qué es la “Ciencia de la Sostenibilidad”?

Esta disciplina apareció a principios de los 2000 fruto de las dificultades socioambientales, no se trata de problemas aislados sino de problemas que están relacionados y se potencian unos a otros. La ciencia de la sostenibilidad puede resumirse en cuatro características fundamentales. En primer lugar, es interdisciplinar, surgió como un nuevo campo de estudio para unificar las problemáticas con las diferentes áreas de conocimiento, pretendía una ruptura de la barrera entre ciencias y humanidades. En segundo lugar, es transdisciplinar, busca incorporar la opinión de las personas que no están en el mundo académico porque son las que tienen que llevar adelante las propuestas para avanzar hacia una sociedad más sostenible. Las dos características restantes requieren una visión holística, espacial y temporal; por un lado, necesitamos una perspectiva glocal, término para referirnos a ambos niveles, local y global, y por otro lado, no podemos contemplar únicamente lo que está pasando hoy, debemos hacerlo a medio y largo plazo. Después de casi veinte años no se ha impuesto, de hecho, hemos llevado a cabo una investigación preguntando a quienes trabajan en el campo de la sostenibilidad, en la Universitat Politècnica de València (UPV), en la Universitat de València (UV) y en la Universitat d’Alacant (UA), y casi nadie había oído hablar de la ciencia de la sostenibilidad.

¿Existe formación en sostenibilidad?

La educación para la sostenibilidad nació en los años noventa y ha ido impregnando a las propias universidades. La Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) organizó en el año 2005 un encuentro en el que se debatió sobre la necesidad de la presencia de la sostenibilidad en los currículos del plan Bolonia. Hemos hecho un estudio de las guías docentes de las diferentes materias y los temas de sostenibilidad está incluidos entre las competencias profesionales de los futuros maestros y profesores, pero eso no quiere decir que se lleve a cabo. La transversalidad, poco a poco, se va imponiendo a través de las personas implicadas que actuamos como una mancha de aceite. Se están dando algunos pequeños pasos, pero insuficientes para la gravedad del problema, incrementa la atención a esta problemática pero la velocidad a la que aumenta es mucho mayor, por tanto, necesitamos más acciones.

«La Ciencia de la Sostenibilidad es interdisciplinar, transdisciplinar y requiere una visión holística espacial y temporal»

Según datos de la UNESCO, solo alrededor del 30% de las estudiantes escogen estudios STEM. ¿Cómo se está promoviendo la incorporación de niñas y mujeres en ciencia?

Los temas de ciencia y género se han tratado en diversas ocasiones y algunos estudios apuntan a una decisión asociada a una gran presión social. Considero que es un tema muy relacionado con la educación y esta empieza en la infancia, desde la enseñanza se está intentando promover a través de la divulgación. En la Facultad de Magisterio, en la que estamos trabajando los Objetivos de Desarrollo Sostenible, se persevera para que no exista esa discriminación desde niños en los planes de estudio. No obstante, la presión social y familiar aún sigue siendo muy fuerte, no han cambiado mucho las cosas. Tenemos tantos ejemplos de mujeres impresionantes referentes en diferentes campos de investigación y la gente las desconoce, es cierto que en algunos casos han tenido que poner el apellido del marido, pero todos tenemos que seguir luchando para impedirlo. Los estereotipos están muy arraigados, yo misma soy mujer y científica pero me he dedicado a la educación que es un ámbito feminizado.

Amparo Vilches en su despacho. Lucía Coll Peinado

¿Por qué la educación y las ciencias son fundamentales en el desarrollo del pensamiento crítico?

El pensamiento crítico está muy relacionado con la enseñanza de las ciencias porque la cultura científica conlleva determinadas características. Los científicos se hacen preguntas y plantean hipótesis que se ponen a prueba, todo ese carácter tentativo no se muestra, la ciencia se enseña como algo acabado. Se aboga por la necesidad de contar con evidencias científicas pero yo no soy partidaria de la palabra evidencia. «Más evidente que la Tierra está en reposo…», como señalaban algunas teorías…  Yo necesito pruebas, no evidencias porque nuestros sentidos nos engañan. Tenemos que formar ciudadanos críticos.

¿Hay que acercar la ciencia a la población?

Los movimientos “ciencia para todos” o “alfabetización científica de la ciudadanía” se originaron a finales de los años ochenta. La ciencia forma parte de la cultura científica que cualquier ciudadano debe adquirir. Sin embargo, parece que hoy se puede alardear de confundir un gen con un cromosoma pero si no sabes quién es Mozart eres un inculto. Es un tema complejo porque tenemos el enemigo en casa, los docentes universitarios de ciencias piensan que la ciencia no está al alcance de todos y debe ser para una ciudadanía preparada, pero todos los ciudadanos deben tener unos conocimientos mínimos. Einstein decía que la ciencia no piensa en fórmulas, que en la cabeza tenemos ideas y debemos ser capaces de explicarlas con palabras sencillas. Tenemos que hacer la ciencia asequible a la ciudadanía y evitar apoyarnos en fórmulas. Creo que necesitamos hacer una ciencia de la ciudadanía, una ciencia que forme parte de la cultura para que también cambie el papel de las mujeres, somos más del 50% de la población mundial y tenemos que formar parte de esa ciencia, la ciencia que se aprende y la ciencia que se enseña.

Usted afirma que «la participación ciudadana en la toma de decisiones es una garantía de aplicación del Principio de Precaución». ¿Qué responsabilidad ostentamos como ciudadanos?

El Principio de Precaución dice que no podemos comercializar ni poner en funcionamiento ningún nuevo desarrollo científico o tecnológico que no estemos seguros de que no es perjudicial para la especie humana, para los seres vivos y para el planeta. El Principio de Precaución es esencial, está firmado por todos los países, pero se ponen en marcha productos que no se han testado. Los científicos debemos transmitir a la ciudadanía la necesidad de ser capaces de participar en la toma de decisiones, la población es quien vigila ese Principio de Precaución y por eso tenemos que alfabetizar a la ciudadanía.

Por tanto, volvemos a la idea de la visión de la ciencia de la sostenibilidad y la transdisciplinariedad, para que todas las personas con conocimientos, aún sin ser profundos, puedan opinar. En muchos países se ha cerrado la puerta a que la ciudadanía opine sobre cambio climático alegando complejidad en los conceptos y es la ciudadanía la que ha conseguido que se prohíban las sustancias contaminantes que han producido el adelgazamiento de la capa de ozono. Esto demuestra que necesitamos que la ciudadanía esté alfabetizada científicamente.

«Los científicos debemos transmitir a la ciudadanía la necesidad de ser capaces de participar en la toma de decisiones»

Según el último informe PISA, España ha sufrido un descenso en la evaluación de las ciencias, consiguiendo sus peores datos y situándose por debajo de la media de la OCDE. ¿Cómo se interpretan estos resultados?

El informe PISA es una prueba de evaluación y las cuestiones están relacionadas con la toma de decisiones de aspectos vinculados a la vida cotidiana que tienen que ver con la ciencia y la tecnología, lo que se pregunta en las pruebas no lo enseñamos en el aula de ciencias, enseñamos una ciencia descontextualizada, alejada de la vida del estudiante. PISA, utilizado como instrumento, es interesante y los resultados del informe deberían servir a los docentes de ciencias para decir: «No estoy preparando a mis estudiantes». La prensa azuza: “¡Qué mal estamos!” Pero si extrapolamos los datos de los resultados a una escala sobre diez, estamos sobre 7.5, las diferencias no son tan significativas. Donde sí hay diferencia entre países es en el presupuesto de educación y eso es cuantificable.

La investigadora muestra algunos recursos de ludificación. Lucía Coll

En relación a los resultados de la Encuesta de Percepción Social de la Ciencia en España de 2018 de la FECYT. ¿Hay analfabetismo científico?

Sí. La forma de enseñar en la educación reglada, así como la ciencia informal explicada a través de los medios de comunicación no están ayudando a la alfabetización científica. Hay analfabetismo y además a la gente no le importa, los objetos se hacen para que podamos usarlos sin tener conocimiento de cómo funcionan y cuanto más fácil sea mejor.

¿Qué supone ese analfabetismo en un mundo tecnificado?

Pensamos que no necesitamos la alfabetización directamente, pero es un error. Necesitamos educar en el mundo tecnificado que nos rodea para perder el miedo a ese conocimiento científico, para poder intervenir y tomar decisiones, para despertar el espíritu crítico y añadiría una cuarta razón, el placer de saber. La alfabetización científica es un derecho, hay países donde la educación científica está prohibida, no solo a las mujeres, también a los hombres.

«El gran reto de la comunicación científica es saber qué ciencia queremos transmitir»

¿Cuál considera que es actualmente el principal reto en la comunicación y la divulgación de la cultura científica?

El gran reto de la comunicación científica es saber qué ciencia queremos transmitir. La formación en el periodismo científico es importante, ya que son los intermediarios entre la ciencia y la ciudadanía, tienen la capacidad de trasladar cómo trabaja la ciencia y sus efectos, no solo el conocimiento científico. En esta última Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, COP25, pareció apreciarse un salto en la información de los medios de comunicación en torno a la necesidad de educar a la ciudadanía en todos los ámbitos y creo que es fundamental que además esa educación tenga en cuenta las nuevas tecnologías. Podemos verlo con el tema del coronavirus, la diferencia entre escuchar a un responsable de sanidad facilitando información a todo aquello que llega a través de redes sociales.

Debemos comunicar una ciencia impregnada por las implicaciones entre ciencia, tecnología, sociedad y ambiente. La ciencia ha cambiado nuestra forma de ver el mundo y los ciudadanos tenemos que ser conscientes del papel enorme que podemos jugar en los cambios que tienen lugar en la sociedad.

La neurobiología sueña con generar neuronas

Los neurocientíficos plantean la posibilidad de convertir las células más abundantes del sistema nervioso en neuronas gracias a los avances en medicina regenerativa.

El descubrimiento de las células madre plutipotentes inducidas, capaces de formar cualquier tipo de célula, ha supuesto una revolución. Los investigadores pueden convertir una célula epitelial en una neurona mediante reprogramación celular. Estos avances se expusieron el pasado mes de marzo en la conferencia “¿Es posible reparar el cerebro humano?” a cargo de Isabel Fariñas, catedrática en el Departamento de Biología Celular, Biología Funcional y Antropología Física de la Universitat de València.

Cartel de la conferencia “¿Es posible reparar el cerebro humano?
© ciudadartesyciencias. (05 de marzo de 2020). Conferencia «¿Es posible reparar el cerebro humano?«. [Archivo de vídeo]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=31oG1eCQNh4

Isabel Fariñas ilustró la complejidad del cerebro humano mediante una comparativa: el número de estrellas en la Vía Láctea y el número de neuronas contenidas en un órgano de tamaño limitado, ambas son del mismo orden de magnitud. El cerebro se revela como una inmensa red, ya que cada neurona establece 10.000 contactos, aunque, a su juicio: «Los neurocientíficos no comprendemos aún cómo funciona».

Presentación comparativa entre la Vía Láctea y el cerebro humano.
© ciudadartesyciencias. (05 de marzo de 2020). Conferencia «¿Es posible reparar el cerebro humano?». [Archivo de vídeo]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=31oG1eCQNh4

¿Qué sucede en el cerebro ante una enfermedad neurodegenerativa?

El cerebro concentra las células madre neurales en dos regiones diferenciadas y restringidas. En las enfermedades neurodegenerativas mueren muchas neuronas en distintas partes del cerebro. «En el Parkinson sabemos qué neuronas se mueren inicialmente, las neuronas dopaminérgicas», apuntó la catedrática. «La dopamina es una sustancia implicada en la regulación de los circuitos que determinan la coordinación de nuestros movimientos», aclaró al auditorio. Cuando un paciente muestra los primeros síntomas, el 80% de sus neuronas dopaminérgicas están muertas, por lo que la estrategia neuroprotectora resulta inútil y la estrategia farmacológica retrasa pero no detiene la enfermedad.

La investigadora describió cómo durante el desarrollo embrionario se observa una estructura formada por un total de doce células denominada masa celular interna (MCI) que dará lugar a todas las células del organismo. Las células de la MCI pueden producir cualquier tipo celular, es decir, son pluripotentes.

El científico japonés Shinya Yamanaka quiso averiguar qué las hacía pluripotenciales. Trabajó con cultivos de células epiteliales e introdujo una combinación de cuatro genes, actualmente llamado cóctel de Yamanaka, que convirtió a las células de la piel adultas en células similares a las embrionarias. Las denominó células madre pluripotentes inducidas, más conocidas como células iPS. ¿Qué significa todo esto? Se desmonta un dogma de la biología del desarrollo y el descubrimiento de Yamanaka permite que los científicos conviertan un tipo de célula en otro. Sus investigaciones le valieron el Nobel de Medicina en 2012.

Tal y como explica la experta, los neurobiólogos contemplan la posibilidad de una reprogramación directa de astrocito a neurona. Los astrocitos son las células mayoritarias en el cerebro, en una proporción 5:1 frente a las neuronas y no mueren en ninguna enfermedad neurodegenerativa que se conozca. «Se ha hecho en ratones mediante terapia génica», pero insiste Fariñas: «Es una vía futura».

Isabel Fariñas en un momento de la conferencia.
© ciudadartesyciencias. (05 de marzo de 2020). Conferencia «¿Es posible reparar el cerebro humano?». [Archivo de vídeo]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=31oG1eCQNh4

El cerebro adulto sigue produciendo neuronas

Según matizó la investigadora, «cuando un niño nace ya tiene el contingente de neuronas con el que va a vivir toda la vida». Esta fue durante décadas la idea predominante, se pensaba que «no había nuevas neuronas en cerebros post-natales», especificó Fariñas.  «Ahora sabemos que no es así», señaló. ¿Pero cómo se ha llegado hasta este hallazgo? La respuesta se encuentra en las aves.

Argentina, 1984. Se demuestra que es posible la adición de nuevas neuronas en un cerebro adulto. Los machos de las aves canoras cortejan a las hembras mediante el canto, se descubre que en determinadas áreas codificadas para dicha función «cada primavera bajo el efecto de la testosterona miles de neuronas morían y se generaban nuevas», ejemplificó Fariñas durante la ponencia. Y añadió que este proceso permitía al macho aprender una nueva canción distinta a la anterior: «Es como la canción del verano pero en pájaros», bromeó Fariñas.

Pero… ¿qué hay de los humanos?

El organismo está formado sobre todo por carbono, y nuestros átomos están en equilibrio con el carbono de la biosfera. El isótopo de carbono más abundante es el C12, pero existe un isótopo radiactivo en mucha menor proporción, el C14.

La historia reciente del siglo XX nos deja un aumento en los niveles, habitualmente bajos, de C14 en la atmósfera provocado por los múltiples ensayos de bombas nucleares en superficie que se realizaron durante la Guerra Fría, narró la experta.

Las células no distinguen entre C12 y C14 y los incorporan indistintamente en la construcción de estructuras como el ADN, siempre manteniendo el equilibrio con la biosfera. Un equipo de investigadores de Estocolmo dedujo que «si una neurona naciese en uno de estos años incorporaría en su ADN, antes del momento de nacer, la proporción del C14 que estaba ese año en la atmósfera», explicó Fariñas. Por lo tanto, se podía datar el nacimiento de una neurona, se demostró la neurogénesis adulta en humanos. «Todavía hay debate abierto», insistió Fariñas y aún existen interrogantes sin resolver en este campo.

Coloquio final. Lucía Coll Peinado

Los grandes logros y avances de la humanidad como especie son indicativos de una inteligencia extraordinaria y es la cooperación social de esas inteligencias la que permite dichos avances. «El cerebro sustenta nuestra parte emocional, no solo la parte de cognición e intelectualidad pragmática», recordó la conferenciante. Ante una enfermedad neurodegenerativa no solo se pierden neuronas y capacidades: «También perdemos nuestra propia identidad», apuntó Fariñas. «Todo lo que somos es nuestro cerebro», sentenció la catedrática.