Una burbuja colosal se extiende por la nebulosa de Orión

Astrónomos del CSIC observan una región de la Vía Lactea con el telescopio ALMA, en Chile

La Gran Nebulosa de Orión se estaría transformando químicamente a ojos vista, por vientos estelares emitidos por las cuatro estrellas de El Trapecio. Todo ello según los resultados de una investigación internacional realizada mediante el sofisticado telescopio ALMA, en Chile, liderada por el grupo Astromol del CSIC, con participación del Observatorio Astronómico Nacional (OAN) y del Instituto de Radioastronomía Milimétrica (IRAM). Los resultados del estudio fueron publicados en junio de 2016 en la revista Nature en un artículo titulado «Comprensión y ablación de la nube foto-irradiada de la Barra de Orión«.

dentro de la nebulosa de orion

Detalle de la zona de Orión estudiada con el radiotelescopio ALMA, y que se conoce como La Barra de Orión.

Los astrónomos del CSIC estudian la dinámica de la Gran Nebulosa de Orión, (un conocido objeto visible a simple vista, especialmente, en los cielos invernales del hemisferio norte o en los veranos del hemisferio sur), combinando observaciones de diversos telescopios con las ondas de radio recibidas, también de la nebulosa, mediante  ALMA. Para ello han concentrado sus esfuerzos en una zona de la nebulosa conocida como «La Barra de Orión» en la que la transición se aprecia más claramente.

Javier R. Goicoechea, investigador principal,  explica: «El objetivo del estudio es averiguar cómo influye esta retroalimentación de la nube hacia su entorno, para saber si su efecto es negativo, destruyendo la nube por ionización; o si es un efecto positivo, que con la radiación ultravioleta induce una serie de procesos físicos complejos, calentando el gas, aumentando su presión, comprimiéndolo y formando grumos.»

Estudiando la distribución y el estado del hidrógeno y de otros elementos químicos en la nebulosa, se habría observado que una gran onda expansiva, una onda de alta presión, estaría propagándose por la Gran Nebulosa de Orión, avanzando según se extienden los efectos de la luz ultravioleta emitida por unas estrellas supergigantes azules que se encuentran en su interior. Estas jóvenes estrellas son conocidas como El Trapecio, (observables con un pequeño telescopio de aficionado). La radiación emitida por estas estrellas estaría afectando al estado y a la composición química del gas de esta gran nube, que mide casi 25 años luz de diámetro.

Según Goicoechea: «Orión es interesante porque es la región de formación de estrellas masivas más cercana que tenemos.» La nebulosa de Orión se compone, principalmente, de hidrógeno. Este elemento está formado por un protón, que está en el núcleo, y un electrón ubicado en una especie de nube que rodea a ese núcleo. Se lleva comprobando en laboratorios de la Tierra desde el siglo XIX, que la radiación ultravioleta es capaz de alterar no solo al átomo de hidrógeno, sino también a los otros elementos de la tabla periódica. La forma en la que interactúa esta radiación se puede medir u observar en función de la radiación que emita el átomo de hidrógeno una vez es sometido a ella. También se puede saber si esos átomos no han sufrido estas radiaciones en absoluto. Precisamente es eso lo que se mide en la nebulosa, tanto por medios ópticos como, en este caso, observando y analizando las ondas de radio mediante ALMA. Lo que se observa es en qué estado se encuentra el hidrógeno en diversas zonas, con el fin de determinar hasta dónde ha llegado la onda expansiva de los efectos de la radiación ultravioleta sobre el gas de la nebulosa. Por eso se ha decidido observar la Barra de Orión, que tiene muy marcadas las zonas por las que van penetrando estos efectos de la luz ultravioleta.

Así, se ha medido la distribución del hidrógeno y otros elementos y moléculas en la Barra, analizando el estado en que se encuentran, para determinar la expansión de los efectos de la radiación ultravioleta, que se extienden como una gran burbuja que no para de crecer no sólo ahí, sino por toda la nebulosa. También se han detectado grumos de materia que estaría quedando atrás, como resultado del barrido que van produciendo los vientos estelares en los materiales que componen la nube. Se ha estudiado si estos grumos podrían dar lugar a la formación de nuevas estrellas en el futuro, con un resultado negativo, ya que no tendrían la masa necesaria como para ello, aunque sí que parece que tienen probabilidades de mantener a salvo diversos compuestos químicos en su interior. Es conveniente decir que hasta la fecha se han detectado multitud de moléculas en la nebulosa de Orión y en otras de las que pueblan la galaxia Vía Láctea.

Hay también datos sobre la velocidad de expansión de los efectos de los vientos estelares en la composición química de la nebulosa, y parece que sería cercana a la velocidad del sonido, sin sobrepasarla.

Un objeto al alcance de los entusiastas de la Astronomía

Los astrónomos siempre han dirigido su vista hacia Orión, quizá la constelación más hermosa del cielo. Visible desde ambos hemisferios de la Tierra, ha dejado improntas en casi todas las culturas que ha habido en nuestro planeta. Después de Galileo Galilei, el segundo astrónomo que miró a las estrellas con un telescopio fue Nicolas-Claude Fabri de Peirsec. Y descubrió ahí, en 1610, la Gran Nebulosa de Orión.

Cualquiera puede observarla, bajo cielos limpios y oscuros. Esto es debido a que no está demasiado lejos del planeta Tierra, tan solo a la vertiginosa distancia de 1.350 años luz. En realidad es una distancia pequeña si se compara con el tamaño de la Vía Láctea, nuestra galaxia: 100.000 años luz de diámetro. Miles de astrónomos aficionados de todo el mundo la observan cada noche, de agosto a mayo, con sus prismáticos y telescopios, esperando ansiosos a que los ilumine con su tenue luz fantasmal.

En el interior de la nebulosa está El Trapecio, un cúmulo de cuatro estrellas muy jóvenes. Es muy conocido por los aficionados a la astronomía, ya que hasta los niños buscan sus azuladas estrellas, cuando tienen la suerte de acceder a un telescopio. Las estrellas de El Trapecio tienen unos pocos millones de años de edad. Son recién nacidas y están en la cuna en la que han nacido: La nebulosa. Se trata de unos bebés si se las compara con nuestro viejo Sol, que ha cumplido ya los 5.000 millones de años. Estas estrellas son supergigantes, así que emiten una potente radiación ultravioleta, que transforma su entorno de forma dramática, barriendo literalmente los materiales de los que se compone la nebulosa. Las estrellas de El Trapecio llegan a alterar sus propiedades físicas y haciéndola brillar por sí misma. Este es precisamente el origen de la luz con la que se percibe la nebulosa en el cielo.


El proyecto ALMA

Hoy en día, la Gran Nebulosa de Orión sigue atrayendo a los proyectos científicos más punteros del momento, como ALMA, acrónonimo inglés que podría traducirse como Gran Estructura Milimétrica de Atacama.

ALMA es lo que, en términos científicos, se conoce como interferómetro. Se trata de una agrupación de antenas, en este caso 66, que observan las ondas de radio que llegan del espacio. Configurando y coordinando como una sola antena gigantesca -tan grande como estén de separadas las antenas individuales entre sí-, es capaz de observar con un detalle inusitado hasta ahora. Trabaja en el rango de las ondas de radio más energéticas, las milimétricas, que son absorbidas por el vapor de agua presente en la atmósfera de la Tierra. Por ese motivo se instaló en Atacama, Chile, en la desértica meseta de Chajnantor. A 5.000 metros de altitud, el aire es tan seco que casi no hay vida, apenas unos pocos animales y plantas.

ALMA puede ser operado a distancia desde cualquier lugar del mundo. Esto es útil no solo porque a 5.000 metros de altitud no se puede vivir con normalidad, sino también porque se puede trabajar con él desde los principales centros de investigación científica del mundo, no importa lo lejos que estén.

El museo Príncipe Felipe de la Ciudad de las Artes y las Ciencias presenta el taller “Frío, frío”

En el taller que ofrece el museo Príncipe Felipe de la Ciudad de las Artes y las Ciencias titulado “Frío, frío”, aprender química puede resultar muy  divertido, cuando ciertos elementos químicos son sometidos a temperaturas extremadamente bajas.

El taller forma parte del programa de talleres “La Ciencia a Escena” y está dirigido particularmente a estudiantes. Es impartido por un experto, en esta ocasión la Química Belén Pla fue la encargada de presentar los diferentes fenómenos que ocurren cuando elementos como el nitrógeno (N)  y el dióxido de carbono (CO2) son sometidos a temperaturas extremadamente bajas e interactúan entre sí.

Para muchos estudiantes la química puede resultar tediosa e incluso aburrida, pero cuando se combinan las teorías con la demostración todo puede tornarse interesante e incluso despertar curiosidad; especialmente cuando tienen en frente a un experto que a medida que explica el contenido de cada uno de los instrumentos que va a utilizar  y qué pretende hacer con ellos también los motiva a participar preguntándoles qué  creen que puede pasar.

En la primera demostración la experta infla un globo  con CO2  en su estado gaseoso, como es lógico y luego procede a freírlo con N a casi -200 ºC  convirtiendo el gas CO2    contenido en el globo en  sólido y este reduce su tamaño a medida que se congela.

De esta forma demuestra que un elemento ocupa más espacio en estado gaseoso, posteriormente al transcurrir varios minutos el CO2   recupera su estado gaseoso al estar a temperatura ambiente, volviendo a ocupar su espacio dentro del globo y de esa forma lo vuelve a inflar.

Lo mismo sucede cuando introduce una pelota de corcho en N a -196 ºC  esta se congela y al dejarla caer se quiebra como si fuera de cristal. Un huevo sometido a igual temperatura queda totalmente tieso y al transcurrir varios minutos este recobra su estado viscoso.

Pla: “Me queda mejor cuando lo cocino con N porque luego no tengo que limpiar”, bromea la Química mientras realiza el experimento del huevo, ya que a diferencia del aceite el N no deja residuos, porque a temperatura ambiente se evapora y flota sobre su propio gas.

Explicando esto de forma teórica puede llegar incluso a no tener sentido para un estudiante de secundaria  pero cuando se  puede observar mientras se explica verbalmente el resultado es completamente distinto.

Carolin E. Batista.

La Química Belén Pla durante el taller.

La incidencia del cáncer de pulmón en las mujeres ha crecido un 76% en la última década

El Grupo Español de Cáncer de Pulmón revela que los tumores pulmonares aumentan de forma desenfrenada en las mujeres

Ester de la Paz | 03/03/2017

El Grupo Español de Cáncer de Pulmón (GECP) está formado formado  por cerca de 400 especialistas en oncología repartidos a lo largo y ancho del territorio nacional. Desde hace 26  años trabajan de forma cooperativa para avanzar en la curación de uno de los cánceres con la tasa de mortalidad más elevada. En su última reunión, han advertido un dato, cuanto menos, alarmante y peligroso: la incidencia de tener cáncer de pulmón para el género femenino ha crecido de forma desmesurada situándose en un 76%.

El crecimiento de células malignas en el tracto respiratorio da, como resultado principal, cáncer de pulmón. Este puede dividirse en dos tipos, por un lado, el cáncer de pulmón de células pequeñas y, por otro, el de células no pequeñas. En general, el cáncer de pulmón es la principal causa de muerte por tumores malignos.

Tras la publicación de los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), se ha advertido un alarmante crecimiento en la incidencia del cáncer pulmonar en España. Las estadísticas muestran un pequeño incremento en la mortalidad del 2013 al 2014. En el caso de los hombres aumenta un 0,3% la incidencia, mientras que las mujeres se multiplica por casi 25 veces esa cifra, situando el aumento en un 7,4%.

Si estas cifras se analizan en el contexto de la última década se obtienen cifras más alarmantes todavía. La presencia de tumores malignos en los pulmones ha crecido un 76% en el sexo femenino. Esto es debido al aumento de las mujeres fumadoras. Es decir, hasta hace no demasiado tiempo las mujeres estaban en un segundo plano de la sociedad y ciertos aspectos de la vida estaban reservados para hombres (y mujeres valientes que les plantaban cara). Con el paso del tiempo y el empoderamiento de las mujeres, estas empezaron a realizar actividades y tener vicios destinados solo a hombres. Es el aumento de las mujeres fumadores en el último cuarto de siglo lo que deriva en un crecimiento desmesurado de cáncer de pulmón en el género femenino.

En términos generales, sin hacer distinción de géneros, el tabaco causa 1 de 4 muertes en personas adultas de entre 35 y 65 años, lo que supone un total de 51.870 muertes al año. Y, según el GECP, el tabaco provoca el 90% de los cánceres pulmonares.

 

 

Investigadores del CEBAS-CSIC desarrollan una herramienta informática para la gestión de estiércol

El proyecto LIFE+ MANEV pretende reducir la emisión de gases de efecto invernadero y favorecer la sostenibilidad de la ganadería

Investigadores del Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (CEBAS), perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), han creado un software para mejorar los aspectos medioambientales del tratamiento de purines. Estos residuos, resultado de la combinación de la orina del ganado porcino y el estiércol, pueden contaminar las aguas, suelos y aire si no son gestionados de una forma adecuada.

Es por ello que nace esta herramienta, con el principal objetivo de facilitar a los diferentes usuarios la elección del sistema de gestión de purines que más se adecue a sus necesidades. “Se plantean escenarios y alternativas de gestión de estiércoles para así conseguir una disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero”, asegura Mª Pilar Bernal, investigadora del CEBAS.

El funcionamiento de este software consiste en valorar las características del escenario agroganadero concreto, tales como la economía, el clima o la legislación, así como factores sociales y sanitarios. Tras ello, se hace una evaluación global que sirva de orientación a los trabajadores del sector, como son los ganaderos y los agricultores. Igualmente, se podrán beneficiar del uso de esta herramienta informática organizaciones públicas y privadas.

Este software es el resultado de la investigación llevada cabo dentro del proyecto LIFE+ MANEV, que ha consistido en la evaluación de 13 tecnologías diferentes de gestión de purín, en 8 regiones de 4 países europeos con una elevada producción ganadera de porcino. El proyecto, coordinado por la Sociedad Aragonesa de Gestión Agroambiental (SARGA), tiene como objetivo principal la protección medioambiental y la sostenibilidad de la ganadería en Europa.

La herramienta se encuentra disponible, de forma gratuita y online, en la web del proyecto: www.lifemanev.eu

José Javier Vera

¿A qué huele la ‘mineralidad’ del vino?

Estudio sobre enología liderado por investigadores neozelandeses evidencia una realidad química compleja y una construcción cognitiva basada en las experiencias previas.

Pomelo y Maracuyá. Notas cítricas, florales. Aromas a especias y, por qué no, a frutos secos y miel. ¿Pero… un vino ‘mineral’?

Desde que en los años ochenta, el reconocido crítico norteamericano Robert Parker utilizó la analogía de las piedras mojadas para referirse a un vino, las alusiones al carácter ‘mineral’ de los vinos se volvieron cada vez más frecuentes en los comentarios de cata de tintos y blancos. Sin embargo, las abundantes referencias a la ‘mineralidad’ percibida de los vinos no se han visto acompañadas de evidencia científica que expliquen la naturaleza de este concepto. ¿Qué es la ‘mineralidad’? ¿Se huele? ¿Sabe? ¿O se toca? ¿De dónde procede? ¿Qué hace que describamos verbalmente la experiencia usando términos como piedras mojadas, pizarra, y fósforos? ¿Cómo construye nuestra mente esta percepción abstracta?

La investigadora Wendy Parr, profesora de la Universidad de Lincoln (Nueva Zelanda), doctora en enología y psicología y experta en ciencia sensorial, intenta dilucidar la naturaleza de la ‘mineralidad’ percibida en el vino. En dos estudios publicados recientemente, Parr y su equipo  investigaron tres aspectos relacionados con esta cualidad: cómo influyen la cultura y el modo de percepción sobre la evaluación del carácter mineral; qué otros atributos sensoriales de los vinos están asociados a la ‘mineralidad’ percibida en ellos; y cuál es la relación entre lo ‘mineral’ y la composición química del vino. Para ello, analizaron datos sensoriales y analíticos de dieciséis vinos franceses y neozelandeses de variedad Sauvignon blanc, cepa tradicionalmente descrita como una variedad de uva rica en precursores aromáticos que otorgan al vino notas vegetales, afrutadas y en ocasiones ahumadas.

Wendy Parr, experta en ciencia sensorial de la Universidad de Lincoln, investiga cómo percibimos los aromas del vino desde una pespectiva piscológica.

Parr y sus colegas realizaron en Francia y Nueva Zelanda, una serie de degustaciones bajo condiciones controladas, donde  participaron 32 enólogos experimentados franceses y 31 enólogos senior neozelandeses. Los participantes debieron realizar cuatro pruebas. La primera prueba consistió en un test discriminante libre, donde  se le pidió a cada catador agrupar los dieciséis vinos usando los criterios que considerase pertinentes. En las siguientes tres pruebas los profesionales evaluaron para cada vino una serie de descriptores sensoriales aromáticos (cítrico, ahumado, etc.), y ‘de boca’ (acidez, astringencia, etc.), bajo tres condiciones de percepción distintas. Así, los catadores evaluaron los vinos por olfacción directa (sin degustar el vino en la boca), en modo de percepción global (catando normalmente), y con la nariz tapada, para estimular únicamente la mucosa bucal e impedir la olfacción. Tras los ensayos sensoriales, los vinos fueron analizados químicamente.

DE LA SENSACIÓN MULTI-MODAL A LA CONSTRUCCIÓN MENTAL

Al comparar las tres condiciones de percepción, los investigadores concluyeron que la ‘mineralidad’ en los vinos se percibe tanto por la nariz, como por la boca. Esto indica que el carácter mineral es percibido como un olor y funciona como una sensación multi-modal originada por la estimulación de tres sistemas sensoriales: la olfacción, el gusto y el sistema trigeminal (el ‘tacto químico’).

En cuanto a la percepción cualitativa de la ‘mineralidad’, se observaron pocas diferencias culturales entre los participantes, en términos de nacionalidad. Francia y Nueva Zelanda tienen modos de producción y estilos de vino Sauvignon blanc muy distintos. Las dos culturas también difieren en la representación social del vino, siendo Francia un país productor tradicional y Nueva Zelanda un país productor ‘joven’, lo que influye sobre las expectativas creadas en torno al producto. Pese a estas diferencias, de manera general, los profesionales de uno y otro país coincidieron en las evaluaciones cualitativas del carácter mineral de los vinos. Esto hace pensar que los participantes de ambas nacionalidades, pese a sus diferencias culturales, comparten el mismo tipo de procesamiento cognitivo para construir la percepción de ‘mineralidad’.

“La construcción mental o cognitiva de cualquier evento sensorial es una integración basada a la vez en los datos sensoriales que provienen del estímulo actual (el vino), y en un procesamiento mental de tipo top-down que involucra las experiencias previas, el conocimiento, las ideas, las emociones, las expectativas, etc.”, explica la investigadora. Evaluar algunos aspectos del vino, como el carácter mineral u otras cualidades abstractas, requiere experiencia. Sin ella, podemos tener dificultad para expresar el concepto, debido presumiblemente a aspectos sensoriales y cognitivos (memoria de reconocimiento, riqueza verbal/lingüística). “Por lo tanto, para entender la ‘mineralidad’ decidimos trabajar en primera instancia con profesionales de la industria del vino”, añade Wendy Parr.

INDICADORES SENSORIALES Y QUÍMICOS

Otro objetivo del estudio consistió en determinar a qué huele y sabe la ‘mineralidad’, y qué moléculas o elementos del vino originan e influyen su expresión.

Algunas características sensoriales de los vinos, como los aromas cítrico, ahumado, calcáreo y de grafito, se asociaron con la ‘mineralidad’. El frescor, sensación propia del sistema trigeminal, también resultó estar correlacionado positivamente con el carácter mineral. En cambio, otros descriptores de los vinos, como el aroma a maracuyá y el dulzor se correlacionaron negativamente con él.

En cuanto a su origen químico, los investigadores trabajaron sobre cuatro hipótesis. El estudio intentó determinar si la ‘mineralidad’ percibida tiene su origen en los elementos y las sales presentes en el vino, en algunos aspectos de la acidez, en el contexto sensorial creado por la ausencia de aromas varietales, o en fenómenos de reducción. Si bien algunos de los resultados son más interpretables que otros, estos demuestran en parte algunas de las hipótesis de partida. Por ejemplo, el nivel de sulfitos del vino – tanto en su forma libre como combinado a otras moléculas – es un indicador positivo del carácter mineral para ambas culturas. Pero no siempre coinciden los resultados entre profesionales neozelandeses y franceses: mientras que para los primeros algunos ácidos orgánicos del vino son predictores negativos del carácter mineral, para los galos son otros los ácidos orgánicos asociados negativamente a él. Los iones calcio y sodio también predijeron el carácter mineral del vino, pero sólo en el caso de los participantes neozelandeses.

La realidad química detrás de la ‘mineralidad’ involucra a varias moléculas que interaccionan entre ellas de un modo complejo. “La percepción del carácter mineral en el vino parece estar basada en algunos aspectos de la composición del vino que aún no entendemos, y esta percepción es similar a la de otros conceptos del vino más abstractos o de un nivel superior, como la calidad o la complejidad”, señala Wendy Parr.

Es innegable que el concepto de ‘mineralidad” es también un potente elemento de marketing inteligente, capaz de reforzar cualquier discurso basado en la exclusividad del terroir. Sin embargo, trabajos recientes de geólogos han demostrado que las rocas del viñedo no pueden impactar directamente el gusto del vino. “Aunque el argumento basado en la influencia de la localización del viñedo sobre el gusto del vino puede no ser falso, los factores involucrados no son tan simples como algunos argumentan, como el de piedras de sílex del viñedo que conferirían directamente aromas de pedernal al vino”, puntualiza la investigadora. Y añade: “debe haber muchos otros factores involucrados incluyendo el clima, el pH del suelo, etc.”. Lejos de rechazar cualquier argumento comercial, elucidar y comprender la naturaleza de la percepción de ‘mineralidad’ en el vino podría aportar elementos de reflexión para transparentar, enriquecer y matizar discursos de marketing sugerentes para el público.

Estudios como el de Parr y sus colegas – que investigan la integración y la percepción de una sensación multi-modal compleja originada por un estímulo también complejo como es el vino – se sitúan en la interfaz entre enología, psicología y neurociencia. Aunque el intercambio entre estas disciplinas es aún incipiente, algunos centros en Francia ya están conectando la neurociencia con los fenómenos enológicos. “El vino, debido a su complejidad, es un medio excitante para trabajar desde una perspectiva psicológica”, indica Parr. Y concluye: “Desde la perspectiva de la psicología, trabajar con vino y conectar los procesos psicológicos humanos con los estímulos quimiosensoriales (comida y bebida) es avanzar en la comprensión de la percepción humana del sabor y los aromas. La integración e interacción de estas disciplinas es ventajosa tanto para el campo aplicado de la enología como para las dos ciencias fundamentales, la psicología y la neurociencia”.

Raquel Calatayud