La nueva definición de la capacidad de autoconciencia

Muchos más animales de los que se cree podrían tener la capacidad de desarrollar una identidad individual

El psicólogo, primatólogo y etólogo holandés Frans de Waal publicó el pasado 7 de febrero un artículo en la revista Plos Science en el que propone cambios teóricos y metodológicos en la investigación de la autoconciencia de los animales. Sus interpretaciones le llevan a defender un modelo progresivo de construcción de la identidad individual. Esta visión es opuesta a la teoría aceptada del binarismo, que considera la autoconciencia una capacidad que “se tiene o no se tiene”, surgida de forma repentina y exclusiva en la evolución de los grandes simios.

Ciervo reflejado en el agua. Fuente: Pixabay

Hasta hace poco, la propuesta más aceptada para explicar la capacidad de los animales para reconocer su propia existencia era la del Big Bang de la autoconciencia. Esta teoría no considera la posibilidad de que la percepción que se tiene de uno mismo se desarrolle de forma paulatina. Por el contrario, asume que a lo largo de la evolución de los primates hubo una explosión de las capacidades autoperceptivas en los grandes simios de forma singular. Las interpretaciones más recientes sostienen que esta capacidad se desarrolla progresivamente y que animales de diferentes ramas evolutivas pueden ser estimulados para alcanzar niveles superiores. Los expertos en cognición y comportamiento de primates de la Universidad de Barcelona Montserrat Colell y Francesc Salvador son partidarios de estas nuevas interpretaciones. El ser humano recorre estos niveles durante la infancia como paso previo al desarrollo de una Teoría de la Mente.

“¿Qué pasa si la autoconciencia se desarrolla como una cebolla, construyendo capa sobre capa, en lugar de aparecer de una vez?”

Frans de Waal

Según la investigadora en primatología y etología del Instituto de Neurociencias de la Universidad de Barcelona, la autoconciencia es “la capacidad de saber quién es uno mismo”. “Consiste en reconocerse como un individuo de una cierta edad, sexo, con una serie de ideas, emociones, etc.”, apunta. Respecto a su origen, su compañero, catedrático en psicología experimental, apunta que “es un proceso gradual que se ha ido desarrollando a través de procesos evolutivos”. Ambos apoyan al etólogo holandés, que plantea un modelo en el que individuos de especies con orígenes filogenéticos tan dispares como perros, gatos, aves y peces pueden poseer un nivel de autoconciencia mayor, como ya se ha demostrado en simios. Para ello se basan en los resultados de pruebas de autorreconocimiento. Colell explica que, dado que “no es posible acceder a la conciencia de los animales no humanos mediante el lenguaje, es necesario realizar una serie de pruebas para intentar demostrar si un animal la tiene o no”.

Actualmente se está trabajando con modificaciones de los experimentos de Gallup de los años 70. En ellos se realizaba una marca de pintura en la frente de un animal, inicialmente un primate, y se le situaba frente a un espejo para observar su comportamiento. La interpretación convenida consistía en que, si el animal exploraba su frente en busca del punto con ayuda del espejo, era debido inequívocamente a que era consciente de su propia imagen. No obstante, como apunta Colell, la respuesta de algunos individuos a esta prueba los puede situar en niveles intermedios de autoconciencia. Los animales que no comprenden el funcionamiento de un espejo se sitúan en el nivel cero, seguidos de los que sí lo hacen pero interpretan que su reflejo se trata de otro individuo. En un nivel superior se sitúan los que sienten desconcierto al mirarse, seguidos de los que finalmente comprenden que se trata de su propia imagen reflejada.

“La autoconciencia se alcanza de manera progresiva. El niño que se reconoce en el espejo tardará un tiempo en desarrollar una Teoría de la Mente.”

Montserrat Colell

En una etapa inicial de la investigación, se observó que los únicos primates que se reconocían en el espejo eran los grandes simios, por lo que se les consideró autoconscientes junto a los seres humanos. Más tarde se aplicó el test a psitácidas (papagayos, cacatúas y loros), que habían mostrado grandes capacidades cognitivas, pero no lo superaron. En cambio, urracas, orcas y elefantes sí lo hicieron. Tanto la prueba del espejo como la teoría del surgimiento repentino de la autoconciencia comenzaron a levantar suspicacias.

Ahora, el foco está puesto en las variantes metodológicas de este experimento. Francesc Salvador, experimentado en la metodología de la investigación psicológica, señala la necesidad de desarrollar pruebas multisensoriales que permitan medir esta capacidad de otro modo. “El modelo gradualista quiere ser multimodal”, matiza. Y es que uno de los problemas de la prueba es que muchos animales no componen su mundo esencialmente con imágenes, como el ser humano. Algunos tests combinan varios estímulos a la vez, por ejemplo, una marca visual e irritante mediante un haz de luz. Los resultados de la aplicación de marcas multimodales en animales que no superaban el test original han sido positivos, consiguiendo que los individuos muestren conductas de autorreconocimiento. Según el estudio de De Waal, esta es una prueba
de que con la metodología adecuada es posible valorar mejor los niveles de
autoconsciencia. Salvador sugiere que la autoconciencia es un proceso que ocurre a partir de la integración de información sensorial diversa. En algunas de las numerosas variantes del experimento se han utilizado otros sentidos, como el olfato. “Los tests con olores han dado resultados positivos en perros”, afirma Colell.

Detalle de las fosas nasales de un perro. Fuente: Pixabay

Los investigadores catalanes relacionan estrechamente la socialización del individuo con la capacidad de autoconciencia. Salvador, que estudia la emergencia de conductas sociales autoorganizadas, la entiende como un “elemento básico muy importante de la jerarquía y las relaciones sociales de la vida en grupo”. El equipo de investigación al que pertenece Colell, pionero en demostrar que los gorilas se reconocen en el espejo, probó que unas condiciones sociales adecuadas durante el crecimiento son importantísimas para el desarrollo de la conciencia de individuo y especie. La investigadora recalca la importancia que ha tenido esta capacidad en la sociedad humana, señalando que “ha sido un motor de la evolución” y que “conductas como la empatía y el engaño serían imposibles sin ella”. Por sus implicaciones, la necesidad de diseñar una batería de pruebas de autoconciencia mucho mayor, adaptada a las formas de percibir la realidad de cada especie, es una opinión cada vez más popular en la comunidad investigadora.

Más de 2.000 incendios forestales en el primer trimestre convierten al 2019 en uno de los peores años de la última década

El aumento de este problema se debe a la aparición del cambio climático, así como al abandono de los campos y el crecimiento socio-económico

Los incendios forestales suponen un problema global y mundial. En lo que va de 2019, se han producido 2.064 incendios. Esta cifra sólo se superó en 2012, con 3.217 incendios, según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Sin embargo, 2018 se ha calificado como el mejor año de la última década, con un total de 7.143 incendios forestales, de los cuales tan sólo tres han sido de gran magnitud, es decir, han superado las 500 hectáreas quemadas.

Esta problemática se ha estudiado con anterioridad. En 2009 se publicó el informe: Incendios forestales en España. Ecosistemas terrestres y suelos, por Jorge Mataix Solera y Artemi Cerdá. Anualmente se producen una media de 19.000 incendios en España, aunque estos datos han ido variando en la última década. Hay tres años clave que han marcado las peores cifras de incendios: 2009, 2012 y 2017, en los cuales se han registrado alrededor de 44.000 incendios forestales .

Actualmente, los efectos que tiene el fuego en el ecosistema y medio ambiente tienen efectos mucho más devastadores que en épocas anteriores. La humanidad supo adaptarse al ecosistema terrestre y el fuego se convirtió en el mejor amigo del hombre, utilizado como una herramienta para aclarar campos de cultivo, abrir pastos, eliminar las plagas o cazar. El uso del fuego comenzó a descontrolarse entre los años 50 y 60, tras producirse el éxodo rural, lo que derivó al abandono de los campos, los cambios socio-económicos y sobre todo por la aparición del Cambio Climático.

La zona mediterránea es una de las más afectada por esta peligrosa herramienta, sobre todo Italia, Grecia, España y Portugal, aunque, como señala el informe A review of fire effects on vegetation and soil in the mediterranean basin, la vegetación de esta zona tiende a regenerarse con mucha facilidad tras un incendio. En el año 1997, del 90% de las hectáreas quemadas, el 50% pertenecían a la Península Ibérica. Los factores que afectan al territorio español son principalmente: el clima cálido y seco en verano; la marchitación de la vegetación; abundantes tormentas cargadas de aparato eléctrico; y la presencia de vegetación adaptada, y por lo tanto, preparada para los incendios. Pero actualmente, la principal causa de estas catástrofes es la acción humana.

Según los autores del informe, Jorge y Artemi, el índice de incendios varía en función de la zona dentro del territorio español. Por lo general, Castilla y León, Asturias y Galicia son las tres comunidades que reflejan los datos más elevados de incendios forestales, en contraste con la Comunidad Valenciana, Cataluña e Islas Baleares, que muestran los datos más bajos de todo el país.

En los últimos diez años, ha mejorado la investigación de las causas de los incendios, lo que a su vez, ha generado una mejora en la prevención de éstos, a través de la persuasión en la población, la conciliación de intereses y las sanciones. “El desafío actual es integrar el conocimiento científico sobre el papel del fuego en el ecosistema mediterráneo, permitiendo una gestión óptima del fuego y haciéndolo compatible con nuestras demandas sociales, necesidades de reducción de peligros y sostenibilidad del ecosistema”, tal y como afirma el  Boletín de la Asociación de Geógrafos Españoles, 2012.

Raquel Bernal Sánchez, Raúl Icardo Llorca y Belén Martínez Quereda.

Las golondrinas de las zonas más contaminadas de Chernóbil son más resistentes a las bacterias

Los ejemplares con más defensas han sobrevivido y se han reproducido durante los últimos 31 años, a pesar de los altos niveles de radiactividad.

 

 

Un equipo internacional con participación de la Estación Experimental de Zonas Áridas (EEZA), centro adscrito al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en Almería, ha demostrado que ciertas poblaciones de golondrinas que viven en zonas de Chernóbil (Ucrania) en las que aún existen niveles altos de radiactividad, presentan una mayor resistencia ante distintas bacterias que aquellas que pueblan zonas menos o no contaminadas.

Un cambio tan drástico en las condiciones ambientales como fue el accidente nuclear de Chernóbil, ocurrido en Ucrania el 26 de abril de 1986, tuvo un gran impacto no solo en los organismos, sino en las relaciones parásito-hospedador.  “Las bacterias tienen una gran capacidad de adaptación a los cambios, y en Chernóbil presentan altas tasas de mutación y resistencia a la radiación.  Por tanto, las golondrinas se enfrentan a `nuevas` comunidades bacterianas que pueden producir otros daños a sus hospedadores”, ha explicado Magdalena Ruiz-Rodríguez, investigadora de la EEZA y autora principal del artículo.  

Golondrina del estudio

En este estudio, a través de un análisis de laboratorio, se enfrentó el plasma sanguíneo de diversas poblaciones de golondrinas, algunas cercanas a la antigua central de Chernóbil, a doce especies de bacterias diferentes. El objetivo era saber si se había producido una adaptación como consecuencia de la convivencia entre estas aves y las comunidades bacterianas que cambiaron rápidamente. Los resultados del análisis indicaron que los individuos criados en las zonas más contaminadas tenían mayor capacidad de resistencia a las bacterias.

Tras el accidente nuclear, el sistema inmune de las golondrinas de Chernóbil fue dañado y debilitado, por lo que su capacidad para defenderse de las bacterias cayó en gran medida. En tan solo 31 años, la radiactividad ha provocado transformaciones que habitualmente se observan en un largo período de tiempo. Apunta Ruiz Rodríguez que probablemente ha existido un proceso de selección natural muy intenso en las zonas con más radiactividad, de manera que solo las golondrinas que tenían más defensas fueron capaces de sobrevivir y reproducirse.

“Durante estos 31 años han muerto muchísimas golondrinas, pero las pocas que han sobrevivido tienen una mayor capacidad de defensa. El resto ha ido muriendo sin dejar descendencia”, ha apuntado la investigadora. “Aunque en algunas poblaciones, como es el caso de las golondrinas, se haya producido una selección sobre los individuos más fuertes, la tendencia de las poblaciones es a desaparecer, ya que las mutaciones disminuyen la esperanza de vida, el éxito de reproducción, y algunas de ellas son directamente letales”, ha concluido.

En una investigación anterior de este equipo se estudiaron las bacterias que degradan las plumas de las golondrinas y la conclusión fue muy similar. Los individuos que poblaban las zonas más contaminadas presentaban mayor capacidad de defensa. “Es decir, las golondrinas que crían en zonas con mayor radiactividad son más resistentes al ataque por bacterias en las plumas, pero también cuentan con más defensas en su sangre”, ha afirmado Ruiz-Álvarez.  Estas investigaciones se separan de la tendencia mayoritaria de estudiar la salud de las especies después del accidente nuclear, para adentrarse en las adaptaciones y cambios que en tan poco tiempo se han producido en ellas.

Timothy Mousseau, otro de los autores de la investigación, y que ha estado estudiando las poblaciones de aves en Chernóbil durante más de una década, demostró en un estudio reciente que las golondrinas Mousseau que viven en zonas altamente contaminadas tenían altas tasas de anomalías, desde albinismo parcial a picos deformados.

Un estudio anterior, del año 2012, realizado por científicos de la Universidad de Portsmouth y publicado en la revista científica Biology Letters concluyó que las golondrinas de los alrededores de la central nuclear de Chernóbil resisten mejor de lo que se pensaba a dosis bajas de radiación. Según Jim Smith, el autor principal de este estudio, el aparente daño a las poblaciones de aves de Chernóbil se debía a diferencias en su hábitat y en la estructura del ecosistema o en su dieta, y no a la contaminación radiactiva. “Los niveles de contaminación radiactiva detectados en los alrededores de la central de Fukushima tampoco deberían causar daño a largo plazo a las aves de esa región”, ha apuntado el experto.

Sin embargo, los efectos del desastre de Chernóbil aún pueden apreciarse en la actualidad. Más de 30 años después, el paisaje sigue siendo desolador y en ciertas zonas apenas pueden verse animales debido a la contaminación radiactiva. Viacheslav Shestopálov, director de un centro científico y de ingeniería de Chernóbil, manifestó que las dosis de baja radiación deterioran la elasticidad de los nervios y la memoria y señaló que los animales residentes en Chernóbil no están a salvo de las mutaciones. Afirmó también que las golondrinas de la zona de Chernóbil tienen 28% de posibilidades de llegar a la próxima estación, mientras que las golondrinas de zonas no contaminadas tienen un 40% y las de España, un 45%.